Más o menos por el 2014, un poco asqueado por cómo los medios
moldean la realidad, empecé a garabatear una historia de encierro.
Primero en forma de guion de cortometraje, pero pronto percibí que
esa narración proponía un largo. La trabajé, la afiné, la
compartí con algún potencial director, aunque ninguno picó el
anzuelo. Tal vez escéptico por las posibilidades de que ese guion se
filme –y también motivado por el experimento narrativo de El
pozo–, ensayé, a partir del guion, una versión en formato
literario. La novela resultante estuvo en la lista de
preseleccionadas del Premio Herralde 2016; como era de esperar no
superó esa instancia. Ahora no recuerdo bien, pero creo que no
contacté ninguna editorial, quizá porque prefería apostarle al
guion, o quizá porque igual sabía que –salvo honrosas
excepciones– las editoriales no buscan libros si no autores, y la
idea de hacerme marca ya de chiquito me tira de sisa.
El tiempo, inevitablemente, lo va enterrando a uno en intenciones
estériles. La burbuja amagó a ser una más de esas. Hasta
que en 2019 el productor y director Miguel Rocca me contactó para
otros proyectos. Entre el ir y venir de un par de encargos,
Miguel me contó el germen de una historia que tenía en la cabeza,
como para que exploremos sus posibilidades. Ese germen no se
parecía a La burbuja, pero compartía ciertos temas. Se lo
dije, y le pasé el guion nomás para que no creyera, si en un futuro
La burbuja se concretaba, que le estaba parasitando
inquietudes. Cuestión que leyó el guion y decidió filmarlo.
La pandemia retrasó el proyecto, y también le insufló ciertas
necesidades narrativas a Miguel. Lo cierto es que el guion se filmó y estrenó en el 2023. Escrito por este servidor, fue en
cierta medida una adaptación –o más precisamente una
fermentación– del guion original. Siempre tuve claro que la
autoría de una película le corresponde al director;
en consecuencia me pareció pertinente reelaborar algunos pasajes
para que atajaran los intereses
de Miguel. Lo que ahora importa, en todo caso, es que cuando hace
poco releí la novela, me encontré con la misma historia
aunque con matices proteicos. (Y también con una materialidad
que, desde mi punto de vista, le aporta a la versión literaria un
peso propio). Me pareció que, con la película ya cumpliendo su
recorrido, llegaba la hora de buscarle lectores a la novela.
Sin embargo la idea de ir de tertulia en tertulia cortejando
editores ya me aburre nomás de enunciarlo. Y mi ubicación en las
afueras de la periferia de los arrabales del sistema literario
tampoco me ofrece una paleta muy amplia de expectativas. Entonces,
nada: acá comparto el manuscrito. Está claro que soltar un texto
literario de esta manera es como abandonar una botella al mar. Pero
piense usted que cuando uno encuentra una botella entre las olas y
adentro de la botella un papelito y en el papelito un mensaje, siente
una cosa rarísima: como que el Cosmos lo hizo cómplice de un
milagro o de un accidente. Entonces dele nomás, abra la botella. Que
si llegó hasta acá, por algo será.